Para saber hacia dónde nos dirigimos, primero debemos saber de dónde venimos.
Estos son los momentos que nos pusieron a rodar y que continúan haciéndonos avanzar en la actualidad.
Antes de que existiera Pearl Izumi, había un hombre y una bicicleta. Este hombre recorría 38 millas (61,15 km) en bicicleta al día, todos los días. No lo hacía para ejercitarse ni por gusto, sino para entregar 90 libras (40 kg) de ropa a sus clientes, que vivían en un pueblo cercano.
Esto ocurría en 1955. Este hombre se llamaba Kinji Shimizu. En tan solo nueve años, pasó de cargar ropa en bicicleta a redefinir el vestuario de cada ciclista.
En 1964, uno de los hijos de Kinji, Hiro, corrió con la selección nacional de Japón en el Campeonato Asiático de Ciclismo. Se encargaron los catorce equipos de algodón habituales. Además, se encargó un equipo especial adicional.
Después de las carreras, el director del equipo escribió los nombres de cada ciclista en trozos de papel y los metió en un casco. El destino dictó que fuera el nombre de Hiro el elegido, quien ganó el maillot especial, hecho en Italia, 100 % de nailon. Hiro nunca había visto nada igual.
Ese año, Kinji creó su primera equipación basándose en ese diseño italiano. Utilizó los mejores materiales que pudo encontrar.
Kinji siguió llevando más allá sus conceptos y sus esfuerzos eran incansables: investigaba los nuevos tejidos y estudiaba el cuerpo en movimiento de manera permanente.
En las cinco décadas siguientes, este enfoque insistente se tradujo en una innovación tras otra, y esto sentó las bases para todo lo que hacemos en la actualidad.
Nunca inventamos por inventar. Innovamos para aprender, para superar los límites y para crear productos mejores.
Imitamos el enfoque de nuestro fundador y adoptamos la filosofía Kaizen para lograrlo. Esta filosofía se basa en la creencia de que, con el tiempo, se pueden alcanzar cambios impactantes e importantes mediante pequeñas mejoras diarias.